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Información sobre Adicciones

Conocimiento de adicciones y sustancias psicoactivas

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A continuación presentamos algunas consideraciones preliminares que conviene tener en cuenta sobre las adicciones y su tratamiento.

1. El inicio del cambio

Cuando un paciente adicto llega a un centro de tratamiento no suele ser por casualidad. Normalmente lleva semanas, meses o años pensando en buscar ayuda.

El primer paso es admitir que no tenemos control sobre la adicción. Pero aceptar esto, aceptar que tienes una enfermedad, es realmente difícil. Por eso, la persona que recibe a ese paciente en el primer momento tiene que ser consciente de ellos. Muchas veces la rutina del día a día nos lleva a olvidar esta realidad.

En esas primeras conversaciones con el paciente es muy importante conocerlo. Conocer su estilo de vida previo a la etapa de consumo, durante la etapa de consumo, y saber qué le ha motivado a pedir finalmente ayuda.

En mi experiencia creo que, en estas primeras conversaciones, el paciente no suele ser muy sincero, sobre todo si le preguntamos por aspectos que le avergüenzan, como la cantidad de sustancia psicoactiva que consumió, o si ha cometido delitos. Este tipo de preguntas tan personales requieren un poco más de confianza, por lo que es más recomendable, en mi opinión, centrarse especialmente en sus motivaciones, qué quiere conseguir, abstinencia total o reducción de daños, quiere implicar a su familia en el tratamiento, le gustaría estar ingresado o le gustaría hacer tratamiento ambulatorio? Y una pregunta muy importante a tener en cuenta a la hora de elaborar el itinerario terapéutico: ¿Hacia dónde le gustaría enfocar su vida?

En este sentido, es muy importante que escriba de su puño y letra, en el registro adecuado, sus objetivos de futuro, sus metas, ¿a dónde le gustaría llegar con el proceso que está a punto de comenzar?

Quizás, si consigue completar todo el tratamiento, en la última reunión podamos volver a consultar este registro y mostrárselo, para luego valorar en qué medida ha conseguido sus objetivos, y cómo ha cambiado todo a lo largo del proceso.

2. Análisis de factores de riesgo y de protección

Determinar cómo se inicia y cómo progresa el consumo de drogas es uno de los esfuerzos clave en el diseño de campañas de prevención y abordajes terapéuticos.

Existen factores que pueden aumentar el riesgo de una persona de abusar de sustancias psicoactivas (factores de riesgo) y otros que pueden disminuirlo (factores de protección). Estos factores son diferentes para cada persona. Además, no todos los que tienen un alto riesgo de abusar de sustancias psicoactivas acaban haciéndolo.

También se realiza un análisis de los factores de riesgo y de protección a lo largo del tratamiento, que determina las posibilidades y las causas potenciales de que la persona recaiga o abandone la terapia antes de alcanzar sus objetivos, así como los factores que facilitarán alcanzar una abstinencia estable en el tiempo.

Un objetivo importante de la prevención es cambiar el equilibrio entre los factores de riesgo y de protección de forma que los factores de protección superen a los de riesgo.

Elisardo Becoña Iglesias, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad de Santiago de Compostela, es uno de los autores que mejor ha analizado los factores de riesgo y de protección de los pacientes adictos. Los siguientes son los factores más comunes que identificó:

En el área individual

Factores de riesgo

Factores de protección

  • Factores biológicos: genéticos, biológicos -referidos al sexo y la edad-, constitucionales (p. ej., dolor o enfermedad crónica).
  • Factores psicológicos y conductuales: psicopatologías, trastorno de conducta y problemas de salud mental, depresión, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, trastorno de conducta, conducta antisocial, alienación y rebeldía, agresividad, consumo temprano de drogas, consecuencias del abuso físico, sexual o emocional, actitudes favorables al consumo de drogas, ausencia de valores ético-morales.
  • Rasgos de personalidad: búsqueda de sensaciones, personalidad antisocial.
  • Actitudes: rebeldía, actitudes favorables al comportamiento antisocial y al consumo de drogas.
  • Baja percepción de riesgo vinculada al consumo de drogas.
  • Inicio temprano de conductas problemáticas
  • Autocontrol
  • Religiosidad
  • Creencia en el orden social
  • Habilidades sociales
  • Creencia en la autoeficacia
  • Capacidad para adaptarse a circunstancias cambiantes
  • Orientación social positiva
  • Aspiraciones para el futuro
  • Inteligencia
  • Resiliencia
  • Creencia en el orden moral, es decir, tener claro lo que está bien y lo que está mal.
En el área familiar

Una correcta identificación de los factores de riesgo y protección en la familia será determinante para prevenir problemas futuros durante el tratamiento.

Factores de riesgo

Factores de protección

  • Falta de supervisión parental
  • Presencia de familiares que también consumen sustancias psicoactivas.
  • Presencia de familiares que mantienen alianzas con el paciente y que, tal vez, guardarían el secreto del consumo.
  • Familiares que en la actualidad se están beneficiando de la situación de dependencia del paciente ya que, de esta forma, éste no consigue independizarse, por lo que les hacen compañía.
  • Familiares para los que la enfermedad del paciente se ha convertido en su razón de ser, y si éste se curase, no tendría motivos para levantarse cada día, etc.
  • Conflicto familiar
  • Actitudes de los padres favorables a la conducta antisocial.
  • Escasa disciplina y supervisión
  • Excesiva rigidez en la aplicación de las normas.
  • Supervisión de los padres
  • Patrones familiares que fortalecen el apego
  • Oportunidades para la participación familiar
  • Creencias saludables y estándares claros de conducta
  • Expectativas elevadas de los padres
  • Un sentido positivo de confianza
  • Dinámicas familiares positivas

Todos estos factores deben ser identificados y trabajados a lo largo del tratamiento para que no acaben saboteándolo.

En el área social y entorno

Factores de riesgo

Factores de protección

  • Consumo de drogas por parte de amigos
  • Actitudes favorables de los compañeros hacia el consumo de drogas
  • Rechazo de los compañeros
  • Interacción con compañeros antisociales
  • Participación en pandillas
  • Recompensas por conducta antisocial
  • Privación económica y social
  • Desorganización comunitaria
  • Cambios y movilidad de ubicación
  • Creencias, normas y leyes comunitarias favorables al consumo de drogas
  • Disponibilidad y accesibilidad de las drogas
  • Percepción social del riesgo de cada sustancia
  • Oportunidades para una participación comunitaria constructiva.
  • Recompensas por dicha participación
  • Religiosidad
  • Apego a compañeros libres de drogas
  • Asociación con compañeros que participan en actividades organizadas escolares, recreativas, de extensión, religiosas u otras
  • Resistencia a la presión de los compañeros, especialmente a la presión negativa
  • No ser fácilmente influenciado por los compañeros
  • Sistema de apoyo externo positivo
  • Oportunidades para participar como miembro activo de la comunidad (oportunidades y refuerzos)
  • Accesibilidad reducida a la sustancia
  • Normas culturales que ofrecen altas expectativas para los jóvenes
  • Redes sociales y sistemas de apoyo dentro de la comunidad.
  • También incluimos en esta sección la importancia de una buena identificación de los recursos sociales que existen en el entorno del paciente.

En este ámbito, es muy importante contar con el apoyo de programas de ayuda social, asociaciones, centros deportivos, etc.

El aprovechamiento de los recursos del entorno es un factor importante a tener en cuenta, que influirá también de forma determinante en la capacidad del paciente para modificar su grupo de iguales y sus relaciones sociales en busca de entornos más saludables.

De igual modo, el trabajo en red entre los profesionales implicados en el tratamiento del paciente es clave cuando éste se encuentra en otros tratamientos o tiene acceso a otros servicios de la comunidad. La creación de canales de comunicación y coordinación a través de informes periódicos u otros sistemas evitará redundancias y mensajes contradictorios entre los diferentes especialistas. También evitará la posibilidad de que el paciente intente manipular u ocultar información en los diferentes foros.

3. Fases en la evolución del paciente

Normalmente, la evolución del paciente desde que realiza la solicitud pasará por una serie de fases a medida que se desarrolla la intervención psicoterapéutica:

  1. Fase de negación. Es bastante habitual que el paciente acuda al centro de tratamiento presionado por personas o situaciones apremiantes (familia, enfermedades más o menos graves, amenazas laborales, etc.) y no admita que el consumo de sustancias psicoactivas sea un problema para él, reconociendo únicamente algún exceso, pero manifestando que puede controlarlo sin mayores dificultades y que, además, no hace nada que no hagan el resto de mortales. No hay, por tanto, reconocimiento de problemas psicológicos relacionados con la dependencia, se resiste al cambio, se justifica. Además, se siente incapaz de imaginar una vida sin la sustancia psicoactiva y no encuentra alternativas para enfrentarse a su realidad.
  2. Fase de reacciones depresivas. Ha dejado de consumir sustancias psicoactivas recientemente y tiene que enfrentarse a una realidad que ha enmascarado. Se siente inseguro, débil, incapaz porque no encuentra soluciones válidas a sus problemas relacionales, familiares, laborales, económicos, sociales o sexuales que le cargan de culpa y angustia. El sentimiento de su incapacidad frente a la capacidad de los demás le lleva a un estado psicológico que puede resultar peligroso para él y para el tratamiento, independientemente de que pueda haber posibilidades de autolisis.
  3. Fase de comunicación. En esta fase el paciente empieza a soltarse y a explicarse, narrando con más facilidad sus aventuras, sus sentimientos de invulnerabilidad respecto a la sustancia psicoactiva, sus dificultades personales, los conflictos familiares vividos, los engaños… El paciente ha ido saliendo poco a poco del aislamiento que le producía el consumo. Poco a poco, y con menos ansiedad, va tomando conciencia de su enfermedad, de su dependencia. Asume una situación personal más o menos equilibrada y menos omnipotente, más realista y menos fantasiosa.
  4. Fase de profundización. Siente la necesidad y empieza también a ser capaz de hablar de su problema, de sus esclavitudes y sufrimientos, también de sus momentos agradables, eufóricos y festivos, de problemas físicos y psicológicos. Puede mostrar su vida, sus errores y aciertos a otros compañeros del grupo terapéutico.
  5. Fase de aceptación. Se ha producido, o está a punto de producirse, una interiorización, una libre asunción de la dependencia hacia él, de su enfermedad, además de una progresiva capacidad para afrontar acontecimientos y conflictos sin excesiva ansiedad. Mejora su capacidad de reflexión, de búsqueda de soluciones y de toma de decisiones. Desarrolla una actitud más responsable, hábitos más saludables, disminuyen los pensamientos respecto al consumo y ya no tiene que recurrir a ellos para protegerse. El “no” definitivo a su tóxico lo asume internamente y con calma. La abstinencia no pesa, siente satisfacción por haber superado la dependencia.

4. Tipos de dinámicas terapéuticas

Terapia de grupo

La intervención terapéutica mediante la creación de grupos de autoayuda viene determinada por la necesidad de potenciar las intervenciones que se desarrollan por el Equipo Terapéutico en el proceso de desintoxicación con la intención de obtener la máxima efectividad posible. Requisitos:
Lograr un grupo homogéneo mediante una selección previa basada en entrevistas.
Las incorporaciones deben producirse siempre cuando los pacientes hayan concluido la fase de desintoxicación y se encuentren en un proceso estable sin recaídas.
El grupo debe estar dirigido por un terapeuta y un coterapeuta.
La asistencia regular al grupo por parte de los pacientes debe ser obligatoria.
Se deben respetar los horarios y la dinámica del grupo.
La existencia del grupo debe estar comprendida entre 6 meses y 1 año aproximadamente.
La duración del grupo debe estar comprendida entre 60 y 120 minutos.
El número máximo de participantes no debe superar los 10.
Se recomienda la existencia de grupos de pacientes, grupos de familiares, grupos de parejas y grupos mixtos.

Tipos de grupos:

  • Grupos informativos, en los que se aporta información sobre qué es una adicción, cuáles son sus consecuencias, estrategias de afrontamiento, etc. En estos grupos se puede utilizar material de apoyo como textos, audiovisuales, etc.
  • Grupos de discusión y análisis, donde se aborda la responsabilidad, las motivaciones, la presión al consumo, etc.
  • Grupos de autoayuda, donde se comparten creencias, se analizan creencias irracionales, se proponen estrategias para el manejo de la ansiedad, se programan actividades, se entrenan habilidades interpersonales, se desarrollan técnicas de resolución de problemas y toma de decisiones.
  • Grupos familiares, donde se analiza el modelo familiar de cada paciente, sus posibles disfunciones, sus codependencias y se intenta reestructurar dichos patrones.
  • Grupos de prevención de recaídas, donde se analiza el proceso de recaída, los factores de riesgo y signos de alarma, las consecuencias de la violación de la abstinencia, se entrenan estrategias de afrontamiento cognitivo, se desarrolla una reconstrucción cognitiva y se lleva a cabo una reconstrucción cognitiva.

La psicoterapia de grupo permite al paciente tomar conciencia de su enfermedad, aprender a vivir sin la sustancia psicoactiva, informarse, en profundidad, de lo que supone la adicción, aprender a identificar factores de riesgo generales y personales, así como desarrollar conductas alternativas al consumo. Contribuye a exteriorizar sentimientos y emociones, a identificar mitos y creencias irracionales y sustituirlas por otras más lógicas y racionales, a mejorar la capacidad de relacionarse con los demás, a comprender que la adicción no es un vicio sino una enfermedad de la que no se tiene la culpa, mejorando así la autoestima. Favorece el aprendizaje vicario de hábitos y formas de pensar más adaptativas. Implica un compromiso grupal de responsabilidad y respeto, y permite el desarrollo de roles más satisfactorios.

Terapia de familia y de pareja

El contacto inicial con sustancias psicoactivas suele conducir primero al uso y después al abuso, con origen en la preadolescencia o adolescencia. Esta etapa evolutiva constituye, en sí misma, un factor de riesgo ya que es un periodo de cambio de valores y creencias en el que es habitual experimentar nuevas conductas, el joven busca la autoafirmación de su personalidad, se modifican las relaciones intrafamiliares y sociales, y la persona se prepara para la independencia en todos los sentidos.

Se pueden distinguir tres etapas en el joven adicto:

  1. Consumo de sustancias legales, como el alcohol y el tabaco, que no suelen provocar demasiados conflictos familiares.
  2. Consumo de marihuana y hachís, influido por el grupo de iguales, que provocará cierta preocupación, siempre que no suponga excesos.
  3. A medida que el abuso se hace más regular, sí surgen conflictos con la familia.

En cuanto a las actitudes parentales más frecuentes, solemos encontrarnos con una madre sobreprotectora, permisiva, simbiótica y posesiva, mientras que el padre tiende a mostrarse distante, débil, ausente y autoritario. La identificación de estas actitudes y su tratamiento desde la intervención psicoterapéutica será enormemente beneficiosa para la evolución del paciente. Para ello, el terapeuta debe:

  • Discriminar a la familia o a la pareja, poniendo el énfasis en sus fortalezas y no en sus debilidades.
  • Reducir las fuentes de estrés y ansiedad en la familia.
  • Fortalecer la motivación de cambio de cada uno de sus miembros, reforzando los éxitos que se vayan alcanzando.
  • Modelar y estructurar la resistencia al tratamiento, trabajar la permisividad, la negación de conductas negativas, la resolución de conflictos y las justificaciones.
  • Evidenciar las graves distorsiones y conflictos que producen determinadas jerarquías y alianzas.
  • Incrementar la capacidad de análisis y compromiso.
  • Mejorar la efectividad en las relaciones afectivas.

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